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Hoy una de mis mejores amigas se ha cortado el pelo. Mucho. Se ha hecho un corte moderno, desigual. Precioso.
Y lo ha hecho por gusto, pero sólo en parte. Porque ella adoraba el pelo largo, igual que yo. Pero la quimioterapia no es nada blanda con el cabello. Su tratamiento fue leve. Eso sí. Menos mal. En unos meses se ha acabado y nunca se le notó que se le cayera el pelo. Al menos desde fuera. Ella que veía caer los mechones en su casa sabía la verdad.
Y al final optó por cortar. Pero el pelo crecerá, igual que se pasará el recuerdo de los momentos de sufrimiento. Regresará su preciosa melena cuando ella lo quiera. Sólo es cuestión de tiempo.
Y mientras puede lucir con orgullo el nuevo corte de pelo y su alegría. Ha vencido.
¡Qué ganas tengo de que podamos celebrarlo por todo lo alto!